Cuando trabajé en el Hospital Cruz Roja, Calle Matia en San Sebastián allí eran derivados los accidentes de tráfico. Había un equipo de cinco Traumatólogos que cuando observaban en los pacientes secuelas psicológicas los derivaban a mi consulta para ser tratados como Psicóloga Clínica en Tratamientos de Psicoterapia.
Elaboré e implementé un programa específico para el tratamiento de accidentes de tráfico. Conté con la colaboración del Dr. Meyer (Traumatólogo) y con el Dr. Angel Lafuente (Médico de Valoración del daño Corporal). Dos profesionales vocacionales comprometidos con su trabajo. En cuanto a sus cualidades humanas ofrecían un trato excelente en el cuidado de sus pacientes. A pesar del tiempo transcurrido, más o menos, 16 años, aún mantenemos una relación profesional. Teníamos un enfoque muy similar en el «cómo hacer nuestro trabajo», por lo que formábamos un buen equipo multidisciplinar.
Ellos trataban desde esguinces cervicales, luxaciones, traumatismos, amputaciones, lesiones en la columna vertebral, paraplejicos, tetraplejicos, en fin, todo aquello que puede derivarse de un accidente.
Por mi parte trataba desde una fobia a la conducción, un trastorno adaptativo simple o mixto, con ansiedad y depresión hasta, en el peor de los casos,un trastorno por estrés postraumático en ocasiones con alteración de la personalidad. Este último diagnóstico tiene una evolución y un curso crónico.
Cómo casi siempre encontré casos de gravedad extrema a nivel psicológico y otros más sencillos. No obstante, como cada persona es única en cuanto a cómo vive lo ocurrido, por esa razón, cursaban con diagnósticos tan dispares.
Recuerdo a una mujer que a nivel médico tuvo un diagnóstico de esguince cervical y traumatismo en el hombro izquierdo por lo que precisó de intervención quirúrgica e infiltraciones en el hombro. No eran unas secuelas físicas extremas.
En cambio, a nivel psicológico su diagnóstico fue el de trastorno por estrés postraumático con alteración de la personalidad. ¿Cómo puede explicarse esto?. Sencillamente en cómo vivió el suceso. Ella refería que por el espejo retrovisor el coche que venía por atrás iba a tal velocidad que «vio» lo que iba a suceder y que, en consecuencia, vio la muerte. Un «impacto psíquico» que dejó una «huella» severa. En estos casos la vulnerabilidad de las personas juega un papel importante.
A un chico de 24 años le amputaron una pierna. Llegó a tener 28 intervenciones quirúrgicas. Tenía un importante complejo físico que no le permitía mantener relaciones sociales y, por supuesto, ir a la playa le resultaba impensable. Para colmo de como el vivía su nueva realidad su entonces novia rompió con el noviazgo. Aquí está claro que su diagnóstico también fue trastorno por estrés postraumático. Sus padres también acudieron a tratamiento pricológico. Ellos presentaban un trastorno adaptativo mixto con ansiedad y depresión. Decian: «nuestro hijo ha sufrido demasiado a nivel físico y a nivel psicológico ya no volverá a ser el que era».Los tres me pidieron un informe pericial psicológico forense para asistir a juicio y poder ser indemnizados por su compañia de seguros sobre sus secuelas físicas y psíquicas.
En ambos casos explicados podemos ver como influye la interpretación de la realidad en las personas. Que cierto es que cada uno sufre por lo que tiene.
Aprovechando el párrafo anterior, ahora recuerdo, aunque no tiene nada que ver con un accidente de tráfico, un suceso en la sala de espera de la consulta:
Coincidieron dos pacientes: Una chica joven con un gran complejo por su obesidad y una mujer de 45 años en fase terminal por cáncer de mama. Mientras esperaban estuvieron contándose el motivo por el que acudían a la consulta.
Cuando entró la chica joven inmediatamente se puso a llorar y la pregunté ¿ Qué te pasa ?. Contesto: «Yo me quejo de lo mio y la mujer que entrará después y me ha contado lo que tiene con tanta aceptación y serenidad que yo no tengo derecho a quejarme». Claro la contesté. Es que cada uno sufre por lo malo que tiene y a veces no valora que además tiene otras muchas cosas buenas.
Esa chica aprendió lo que es relativizar un problema, aunque consiguió sus objetivos terapeúticos. Y sus expectativas.
En la actualidad continúo tratando accidentes de tráfico en mi consulta en la calle Prim,22 de San Sebastián.
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