¿Qué es una alegoría?
El diccionario nos dice que una alegoría es la «representación o la expresión de una idea, mediante una figura dotada de atributos simbólicos o bien mediante el desarrollo de una metáfora».
La metáfora, a su vez, podría ser definida como el proceso por el que se atribuye un nombre apropiado a una persona o cosa, con base en una analogía o en una comparación sobreentendida. Así cuando decimos que alguien «se muere de ganas» el oyente sabe que la idea que queremos trasmitirle no es que la vida de esa persona está concluyendo, sino que su deseo es muy intenso.
Además, según Milton Erickson, el individuo tiene en sí mismo todos los recursos necesarios para superar el problema cuya solución está buscando. Su inconsciente es el depositario de todo cuanto aprendió desde su infancia y aunque la inmensa mayoría de ese conocimiento haya sido olvidado por la mente consciente, sigue siempre disponible para el inconsciente.
¿A quién van dirigidas?
Los relatos metafóricos son para todo el mundo: jóvenes, adultos y ancianos.
Todos tenemos necesidad de oír relatos y de referirnos a ellos, no sólo para divertirnos, sino también para captar lo que tienen que decirnos, pues toda historia, cuento o relato nos habla de nosotros, de los demás y de nuestras relaciones con ellos.
Ventajas de la alegoría y de las metáforas.
- No son amenazantes.
- Son seductoras.
- Estimulan la independencia, pues el individuo debe captar por sí mismo el sentido del mensaje y debe sacar sus conclusiones o realizar las acciones correspondientes.
- Pueden ser utilizadas para vencer la natural resistencia al cambio.
- Pueden servir para controlar las relaciones.
- Modelan la flexibilidad.
- Pueden despejar la confusión y estimular la sensibilidad.
- Estimulan la memoria, pues la idea representada por ellas se memoriza mejor y sin esfuerzo.
Advertencia: Requiere entrenamiento y formación por parte del narrador.
Ahí va una de mis preferidas. Eso de «decoradores de interiores», que tengo en mi perfil como una de mis aptitudes y que uso con frecuencia cuando realizo sesiones de PNL.
MI CASA
La casa que habitaba desde hacía tantos años era bonita. Tenía un techo de color oscuro y dos grandes ventanas marrones, a través de las cuales se podía ver prácticamente todo lo que ocurría en su interior. Pero yo no me sentía bien allí.
Por supuesto, durante mi niñez no vi bien su interior. No me preocupaba de adornarla ni de apreciar sus bellezas. Durante mucho tiempo, fui casi insensible a ella. La habitaba simplemente por costumbre.
Cuando alguien me comentaba que algún adorno no era muy bonito, no le ponía atención o, mejor dicho, no quería ponerle atención. Entonces, o lo escondía o ya no lo miraba, pero tarde o temprano este adorno volvía a salir a la superficie, como por arte de magia.
Vivía allí como un automáta. Cuando alquien me felicitaba por alguna pieza especialmente agradable o incluso de gran valor, enrojecía, diciendo que no era nada, que era una ilusión. Luego, un día, esa casa que antes me era tan familiar, no sé por qué razón, se volvió de pronto inhabitable.
La detestaba, huía de ella. Ya no le encontraba nada bello. Me molestaba y yo le molestaba a ella. La sentía como embrujada, dominada por una enfermedad que yo creía incurable. Pero por más que huía, la casa me seguía. Hubiera querido demolerla.
La veía tan fea que pensaba que ya no tenía derecho a existir. Hasta que un día me encontré con unos «especialistas de decoración de interiores»
Los invité a pasar a mi casa, que me parecía tan fea, y resulta que a ellos les pareció muy hermosa.
Me hicieron volver a sacer los adornos que yo había escondido en lo más profundo del sótano. No sólo los había olvidado sino que, cuando los descubrí, apenas podía creer que me hubieran pertenecido alguna vez.
Luego me puse a trabajar. Con la ayuda de estos decoradores terminé de seleccionar los hermosos hallazgos que, por fin acepté, debían estar muy a la vista; no para mostrarlos a los demás con el fin de despertar su envidia, sino más bien para verlos y admirarlos yo misma. ¡Qué gran satisfacción volver a descubrir estos tesoros que yo creía desaparecidos para siempre!
Esta casa, que todavía continúo embelleciendo, no tiene dirección y no necesita calefacción en invierno. La habito yo sola, pero tengo muchos visitantes, porque ahora dejo las puertas abiertas. El candado que la cerró durante tanto tiempo lo tiré ya para siempre.
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